Antes, con un carretito de 24 ó 36 fotografías, e incluso de 12, tenías que estudiar dónde y cómo ibas a sacar tu foto, cruzando los dedos para que no saliera ninguna mal, porque además de una foto desaprovechada, tenías que pagar el revelado.
Hoy no tememos quedarnos sin carrete, como mucho quedarnos sin memoria en la tarjeta, pero borro algunas antiguas de mi viaje a Badajoz del año pasado y ya está, total ya están pasadas al ordenador. ¿Que alguna sale mal? Pulsa el botón del cubito de basura y santas pascuas. ¿Imprimir fotos? Eso ya está casi olvidado.
Y ya las redes sociales han provocado la revolución total. Ningún evento puede quedar sin foto, y con evento quiero decir cualquier cosa, hasta tomar café: foto antes de maquillarme, foto ya lista para salir al espejo con su antiestético flash reflejado, foto en picado sacando morritos, foto con mis amigas que atestigüe lo guapas que vamos, foto, foto, foto...
Esta infinidad de instantáneas dan lugar, proporcionalmente a que algunas sean medianamente buenas, aceptables e incluso algunas bastante buenas y otras ridículas, inexplicables y absurdas. Pero creedme si os digo que esto ha pasado siempre, desde que las cámaras fotográficas fueron asequibles para el gran público. Si no me creéis la web BuzzFeed ha creado una lista de las 50 fotos más absurdas de principios del siglo XX. Personalmente las catalogarías como raras y chocantes. Véanlo ustedes mismos:
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